La diabetes tipo 1 se debe a una falta de insulina por destrucción, de origen autoinmune, de las células del páncreas encargadas de su producción, y es típica su aparición en la infancia. La diabetes tipo 2 se debe a un bajó efecto de la insulina por resistencia a su acción, asociada a veces a bajos niveles de ésta. La diabetes tipo 2 suele aparecer en la edad adulta.
La diabetes provoca fundamentalmente un daño vascular que va afectando a los diferentes órganos provocando múltiples complicaciones y mayor probabilidad de muerte prematura.
En España se calcula que entre un 10 y en 13% de los mayores de 18 años son diabéticos, y lo que es peor, una parte importante de ellos lo desconoce.
En lo que respecta a la vista, la diabetes también tiene varios efectos dañinos, algunos leves y otros muy graves.
Los pacientes diabéticos tienen mayor frecuencia de sequedad ocular, lo que puede ocasionar desde leves molestias hasta dolor importante.
Por otro lado son más frecuentes las infecciones (conjuntivitis, etc.), peor respuesta a tratamientos, mayor índice de complicaciones en las cirugías, etc.
Sin lugar a dudas, el principal problema para la vista de un paciente diabético. La retinopatía diabética es la primera causa de ceguera en pacientes de mediana edad en España. Se estima que un 25% de los diabéticos presentan algún grado de retinopatía, y un 5% una forma grave. Suele iniciarse alrededor de los 10 años desde el inicio de la diabetes.
La afectación de la retina por la diabetes, al igual que en otros órganos, tiene su origen en el daño vascular, que provoca lesiones que podemos clasificar en dos tipos: retinopatía diabética y edema macular.
Se trata de un daño diseminado de la retina, con hemorragias, exudados y otras lesiones que van progresando con el tiempo. En fases iniciales y medias, si estas lesiones no afectan a la zona central de la retina, no provoca alteraciones visuales, pero si llega a fases avanzadas pude dar lugar a hemorragias masivas intraoculares, desprendimientos de retina y glaucoma neovascular, que dan lugar a ceguera irreversible.
Se trata de la inflamación de la mácula (área central de la retina responsable de la visión central, de los detalles y colores), que puede ir asociado o no a la retinopatía diabética. Esta lesión, al afectar al área central de la retina, sí produce síntomas desde fases iniciales, como son la visión borrosa, distorsionada, alteración de los colores, deslumbramientos, etc.
El tratamiento de la retinopatía diabética va encaminado a frenar el avance de la enfermedad y evitar así sus graves complicaciones. El tratamiento del edema macular va encaminado a disminuirlo y mejorar así la visión.
En ambos casos se trata de un tratamiento multidisciplinar, combinando el láser, fármacos de uso intraocular y cirugía, en función de cada caso.
Pero lo más importante es la prevención. Por un lado con un control estricto de la diabetes, ya que aunque la retinopatía puede aparecer y progresar a pesar de tener la diabetes bien controlada, la evolución será mucho mejor y las posibilidades de éxito con del tratamiento mucho mayores. Y por otro, con revisiones periódicas por el oftalmólogo, imprescindibles ya que en fases iniciales puede no dar síntomas, siendo el fondo de ojo la única forma de detectarla.
Por tanto, el éxito del tratamiento dependerá de un control estricto de la diabetes y la aplicación del tratamiento adecuado a tiempo. Todos los diabéticos, independientemente del control que tengan de la enfermedad y de los síntomas que tengan, deben ser valorados por el oftalmólogo, para la realización del fondo de ojo, como mínimo cada uno o dos años.