La oclusión de una vena retiniana es una de las patologías vasculares más frecuentes de la retina. La causa más frecuente de ésta es la trombosis, provocada por anomalías preexistentes en la vena retiniana o por alteraciones vasculares de origen sistémico como la hipertensión arterial, aterosclerosis, trastornos de la coagulación o inflamatorios.
La oclusión puede producirse en la vena central de la retina, afectando con ello a toda la retina y por tanto a todo el campo visual, o en una rama venosa, afectando solo a un sector. Esto conlleva el daño de la retina por edema e isquemia y tiene dos consecuencias principales. Por un lado la isquemia predispone a sufrir procesos patológicos a largo plazo, que pueden dar lugar a hemorragias y glaucoma neovascular que conducirán a la pérdida de visión e incluso dolor crónico. Por otro lado y de forma más inmediata se puede producir edema en la mácula que provoque pérdida de visión.
El glaucoma neovascular y las hemorragias a largo plazo se previenen mediante la fotocoagulación con láser cuando hay signos de isquemia. El edema macular se trata mediante la inyección intravítrea de fármacos específicos como son los antiangiogénicos y los corticoides. Estos fármacos solucionan el edema y con ello se mejora la visión en la mayoría de los casos, aunque al pasar el efecto de los mismos vuelve a aparecer el edema y por ello hay que volver a inyectarlos de forma repetida hasta que el daño retiniano se regenere, proceso que suele durar entre dos y tres años.